Y ella, ella se vistió de la atrevida travesía de creer en él
Ella, cargada de un pretérito no tan perfecto
Conjugado con los verbos hechos siluetas de pasiones mesuradas…
Y no era que ella estaba repleta de emociones,
Más bien sus huesos anhelaban un descanso en un paraíso
Sin oasis, ni agonías… tal la muerte anunciada de un delito falaz.
Y él, él al descuido de una vida sin tono, y estribillos en melodía cóncava
Se arribaba cada vez a entonar una nota de su misma canción iteraría
La cual un día sin permiso y sutileza, ella con su pincel sin acuarela
Dibujaba en versos firmes lo que llamaría atracción.
Y él, él agotado del camino silente, se fue abandonando como lienzo
Ante la artista que trazaría una figura, que solo en sus sueños podía esperar
Y no fue fácil el sendero, pues las piedras adornadas de flores decían: ¡Aquí estoy!
Ni tan cómica la aventura, pues entre el conjugado y lo continuo susurraban el no ser.
Y él, él se atrevió a saberse creído, se atrevió a mirar sus ojos y ver amor
Se atrevió a respirar lo intenso de una ilusión concreta
Y ella, ella veía más allá de los umbrales
Ella veía a aquel caballero de agotadas palabras y abundantes deseos
Ella se veía a sí misma, revestida de virtud.
Y un día sin más que esperar, conjugaron el verbo amar con la más sublime explicación
Y la oración salió de él y palpitó en ella, para hacerlos recordar
Que, entre travesías y colores, marcarían las razones en el mar de sus amores
En el ella dispuso el credo y él cambió de canción.
6:00pm 12.3.21
Poema de Ruth Esther Ramírez (Llauger).
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